El Vaticano quiere al obispo de Neuquén –una de las diócesis más progresistas de la Argentina– fuera de la jerarquía eclesiástica. Cuando Marcelo Melani visitó la Santa Sede escuchó una crítica demoledora: lo responsabilizaron de “abusos litúrgicos” e “imprecisiones teológicas”. El virtual pedido de renuncia estuvo fundamentado en ciertas “libertades” que el religioso y sus curas tomarían durante las ceremonias, aunque varios sectores de la sociedad neuquina creen que se debe a que Melani continúa con algunos de los posicionamientos auspiciados por el fallecido obispo Jaime De Nevares, referente de los sectores más avanzados de la Iglesia argentina.
Hace dos meses el cardenal Jorge Bergoglio y los obispos hicieron a Roma su tradicional visita ad limina, para informar al Papa sobre el estado de las diócesis. Minutos después de recibir la bendición de Benedicto XVI, se acercó a Melani Giovanni Re, prefecto de la Congregación para los Obispos y presidente de la Pontificia Comisión para América Latina. Las críticas se referían a cuestiones como no vestir accesorios –el alba y la estola– durante los rituales.
Una de las críticas se refiere a la informalidad en la vestimenta de los sacerdotes que dependen de Melani. En el sitio web de la radio de la Universidad Nacional del Comahue se recordó que estos cuestionamientos “aparecen, básicamente, cuando una iglesia se dedica más a lo social y a lo político”. El obispado neuquino nunca miró a un costado de los diversos conflictos sociales de la provincia. Melani defendió la Ley de Niños y Adolescentes cuando el ex gobernador Jorge Sobisch intentó anexarle la posibilidad de detener a menores y encerrarlos en clínicas. Además, durante el Encuentro Nacional de Mujeres del año pasado (donde algunas personas defendían el derecho al aborto) el obispo echó de la Catedral a un grupo de fieles que provenían de delegaciones con un fuerte poder económico y protestaban por el evento.
SABOR A TRAICIÓN. Melani confirmó el pedido de renuncia en una reunión con los sacerdotes de la provincia. Uno de los asistentes, Daniel Llorente, dijo a Crítica de la Argentina: “Nos sorprendimos y vimos cierto sabor a traición. Siempre tuvimos un postura muy evangélica, posconciliar y eso pudo haber molestado a determinados sectores”.
La diócesis de Neuquén está signada por la trayectoria de De Nevares, fundador de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y más tarde del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos (que Melani integra). Su sucesor, más moderado, fue Agustín Radrizzani, quien de todas formas fue procesado por su defensa de los docentes durante la histórica represión de 1997.
El obispo ya comenzó a recibir distintos respaldos. La diputada Soledad Martínez dijo que “se le insinuó que renuncie como única defensa permitida”, mientras que Gustavo Aguirre –titular del gremio docente ATEN– opinó que se trata de “una clara decisión política de la cúpula del Vaticano en su proceso de conservadurismo religioso y derechización política”. La Pastoral Social también defendió al cura con una carta abierta que se envió al Vaticano: “La diversidad es la que hace la riqueza en nuestra unidad”. Héctor Werro, diácono a cargo de la parroquia de El Chañar, reconoció que “a veces los curas no se ponen la estola, aunque canónicamente corresponda. No nos empilchamos, pero tampoco dejamos de hacer lo que debemos”.
Quién fue Monseñor Don Jaime de Nevares...
El obispo De Nevares murió en 1995. Fue fundador de la APDH y del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos.
Al poco tiempo de llegar a Neuquen, comenzó a recorrer el interior de la provincia y los barrios de la capital para conocer al pueblo que habría de esculpir su nuevo perfil, el de cura gaucho que vive en profundidad sencilla y generosidad comprometida por una clara opción por los más pobres y marginados de la sociedad. Detrás de cada kilómetro recorrido, se va desdibujando más la clásica figura del obispo de solemnes hábitos y bendiciones rutinarias. La sotana negra de ribetes morados que llevó de Buenos Aires comienza a sufrir las huellas de los viajes de a caballo y a impregnarse de la inefable tierra neuquina y al poco tiempo adopta un curioso guardapolvo beige para protegerla. Los episcopales zapatos negros son reemplazados por botines que puedan soportar las largas caminatas del pastor que deseaba llegar hasta el último de los ranchitos donde sobrevivían dos o tres familias mapuches ignoradas por el progreso oficial.
El acartonado ceremonial de la Iglesia tradicional era en esas ocasiones sustituido por el vino y las empanadas compartidas con los paisanos, con los crianceros, con los mapuches junto a los que reflexionaba acerca del camino a seguir para encontrar un destino más digno. Pero no sólo de hábito mudaba el monje...también cambiaba autoridad por vocación de servicio y el interlocutor atento reemplazaba al predicador solitario.
Cada una de sus obras estaba teñida por su particular estilo cristiano. Así nacieron y crecieron plenas de compromiso y solidaridad, las cooperativas mapuches, el club de los soldados y el de los lustrabotas, la pastoral indígena, la pastoral carcelaria, las hermanitas de los pobres, los comedores infantiles, la pastoral de migraciones, la escuela para trabajadores que llamó San José Obrero y tantas otras.
En Neuquen, Don Jaime se dio el lujo de saltar definitivamente las fronteras de su condición social y asumirse como pastor de los desposeídos, como el padre comprensivo y luchador de los que sufrían cualquier tipo de marginación e injusticia sin ejercer ningún tipo de discriminación ideológica o religiosa. Y lo hacía saber diciendo "...tengo otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir".
En 1969/70 ocurrió un hecho que habría de marcarlo para siempre, la huelga del Chocón. A partir de aquella primera vez en que monseñor Jaime Francisco de Nevares bajó hasta las barricadas obreras para mediar en la resolución del conflicto de los obreros de la construcción, emprendería un camino en el que ya nada sería como antes. En esas barricadas fue nuevamente bautizado, esta vez como "compañero Jaime". "Entonces usaba sotana todavía...", bromeaba Don Jaime cuando recordaba aquella gesta obrera y agregaba: "caí como un chorlito...pero ya quedé montado en el potro...". El cura que había llegado como mediador terminó jugándose al lado de los trabajadores y enfrentado con el poder de los burócratas sindicales y con el de los militares. Cuando se perdió la huelga y Don Jaime fuera invitado por las autoridades a bendecir la capilla del Chocón, se negó a hacerlo hasta que no reintegraran a sus puestos de trabajo a los obreros que habían sido despedidos en represalia por su participación y se acabaran las persecuciones. Ello le valió no pocas críticas y a veces hasta la incomprensión de la Iglesia, pero al mismo tiempo una creciente adhesión popular.
Luego de aquellos acontecimientos, nadie más se asombró al verlo aparecer en los escenarios más riesgosos ni en los lugares más conflictivos, siempre empujado por su compromiso con la Verdad y la Justicia. Así, fue pasando de la contemplación a la acción, de la reflexión a una decisiva inserción en los acontecimientos que disparaba la historia, del consuelo fácil a la participación, del latín a la Biblia latinoamericana...
Durante el gobierno de ipso de 1971, el obispo y los sacerdotes del Neuquen emiten un comunicado en el que expresan que "estaremos presentes junto al pueblo y apoyaremos toda iniciativa que se dirija al bien de todos. Pero estaremos ausentes de los lugares de privilegio que insinúen una adhesión a una situación que no refleja el sentir del pueblo por ejemplo, de los palcos de los actos oficiales...". Al mismo tiempo, subtitulaba la Misa de Pascua como Misa por la Justicia que era rezada en una plaza abierta y con la asistencia de más de 10.000 personas. Celebra asimismo la Misa de Pascua en la cárcel local, donde se alojaban muchos presos políticos y lee un comunicado en el que denuncia "la detención de personas prolongada indefinidamente, sin forma de juicio alguno, es decir sin posibilidad de defensa alguna". Un par de meses más tarde, al volver a visitar a los presos, no le fue permitido el ingreso.
Fiel a sus principios, no concebía su misión de cristiano, de sacerdote y obispo, sin una opción fundamental en defensa de los derechos de todo el hombre y de todos los hombres. Por esta razón fue un valiente e incasable luchador contra las dictaduras militares, especialmente contra la dictadura genocida de 1976 a 1983.
Desde 1975 participó activamente como miembro de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y en muchas otras organizaciones de derechos humanos. Tres meses después del golpe militar de 1976 le envía una carta al comandante de la VI Brigada, en la que le dice "...no podemos silenciar los hechos, cuya existencia está fuera de duda, que se repiten con frecuencia y en los cuales no se puede alegar error justificable" y comenzaría a denunciar las atrocidades del régimen militar en cada sermón y en cada oportunidad que se le presentara. Ese mismo año viaja Videla a Neuquen y la Iglesia neuquina encabezada por su obispo estuvo ausente en el palco oficial.
En cada sermón, en cada oportunidad que tenía insistía en expresar "si callamos, somos cómplices". Esta frase pasó a ser una consigna que Don Jaime no se cansaba de repetir frente a quien sea. "Hay que hablar, no hay que tener miedo. El peor miedo, es tener miedo", repetía... "Hay que estar con un oído en el Evangelio y otro en el pueblo", insistía.
En ese entonces pasaba noches y noches sin dormir. Más que a menudo, alguien golpeaba las puertas de la catedral neuquina buscando ayuda o protección. No fueron pocas las vidas que salvó valiéndose de su jerarquía eclesiástica o cuando de manera decidida e implacable exigía explicaciones a los militares o denunciaba desde Neuquen el asesinato de monseñor Angelelli. Pese a la demanda de tiempo que le exigía esta tarea, no abandonó a las comunidades del interior a quienes seguía visitando y llevando su mensaje; hablando de las pequeñas virtudes: la franqueza, la solidaridad, la honestidad, la fraternidad.... Parecía una voz anacrónica cuando el cinismo se había erigido en categoría política.
El obispo rojo, el cura comunista eran los motes que emanaban desde el poder militar. Polémico, atrajo las iras y la incomprensión de ellos. Sufrió amenazas, por suerte incumplidas, y si no lo mataron fue porque le tuvieron miedo, porque sabían de la real adhesión que suscitaba. Detrás de él había un pueblo que lo amaba y que lo cuidaba.
Cuando por fin llegó la democracia, fue convocado por las autoridades nacionales para participar de la CONADEP y, con la misma pasión y entrega de siempre, trabajó de manera incansable escuchando los macabros testimonios de los sobrevivientes del terrorismo de Estado con la esperanza de condenar "a quienes eran omnipotentes hasta aquí".
El Punto Final, la Obediencia Debida lo sumieron en una profunda amargura: "No puede ser que diez años de crímenes se borren, ni que haya una ley ni que hayan todas las leyes y decretos del Poder Ejecutivo y del Poder Legislativo... No borrarán nada, porque no se borra de la memoria, ni se borra del cuerpo social del país que lo ha sufrido en carne propia...". El indulto lo sorprenderá internado a causa del cáncer que se había evidenciado nuevamente. Con una indignación superior al sentimiento que sentía su cuerpo, desde su lecho emitió un duro comunicado, respondiendo al llamado a la reconciliación nacional que hacía el gobierno, manifestando que la paz y la calma sólo volverían cuando se hiciera Justicia.
A pesar de haberse retirado como obispo titular en 1991, sigue siendo referente fundamental de la provincia tanto en lo religioso como en lo social, especialmente para los sectores populares.
También su figura sigue siendo referencia a nivel nacional cuando en 1993 es elegido constituyente para la Reforma de la Constitución Nacional por la provincia de Neuquén. Esa vieja manía suya de pensar de manera independiente y que lo llevara a ser un crítico del autoritarismo y de la arbitrariedad, lo llevó a renunciar al cargo de convencional. En el texto de su despedida vaticinaba: "...No puedo dejar de expresar mi alarma, ante la desmesurada extensión de los poderes presidenciales, que hacen muy tenue la ya tenue división de poderes...".
Quise contarles algo de Don Jaime de Nevares, no le gustaba que le llamaran Monseñor, alguien absolutamente comprometido con el pueblo y un privilegio para mí conocerlo.
Me confunden tantas cosas,querer echar al obispo de Neuquén, que sigue la línea de Don Jaime, y quien está a la cabeza de la Iglesia está vinculado con la Juventud Hitleriana.
Casos de pedofilia,abuso de menores,no sé hasta presidentes ex obispos con hijos no reconocidos ... pero eso no importa...
Nuestro apoyo aL OBISPO MARCELO MELANI
ADRIANA
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