“No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo” Alberto Einstein
El mundo parece estar en un caos del que culpamos a los políticos, dirigentes sociales, empresarios y padres de familia. Siempre se busca un reo que pague por lo que estamos padeciendo. La palabra “paz” nos recuerda más a un sonido que a una idea. Los pueblos se dejan llevar por los cantos de las sirenas que prometen solucionar todos sus problemas, cayendo en manos de manipuladores que los hunden en la esclavitud, explotación, y en la desesperanza. Imágenes gráficas y digitales dan vuelta al mundo mostrando a gente muriendo de hambre que se nos hacen cotidianas, porque todos los días mueren por desnutrición y enfermedades, niños, mujeres, ancianos en el llamado tercer mundo que es la mayor parte del planeta. La conciencia se va volviendo sorda e indolente, nos excluimos de cualquier responsabilidad ante los crímenes contra la humanidad como si nosotros, −los privilegiados−, los que tenemos casa, abrigo, sustento y resuelta nuestras necesidades intelectuales, no estuviéramos involucrados, y pretendemos mirar a otro lado para no aceptar que formamos parte de un TODO.
La palabra paz no se escribe con letras, se escribe con la responsabilidad de cada uno de los habitantes del planeta para hacerlo más amable. No es organizando manifestaciones y gritando como salvaremos al mundo, si el cambio no viene desde adentro, desde el espíritu, muy poco puede hacerse. La ira, la angustia, el egoísmo, la ambición, el odio racial, son jinetes apocalípticos que ya están galopando a lo largo y ancho del planeta. Todos exigen derechos pero pocos asumen su responsabilidad en el contexto de buscar –dentro de sí− las respuestas para lograr la hermandad y la justicia, iniciando por hacer las paces consigo mismo y luego con el próximo.
Podemos argumentar que nosotros no contaminamos el agua, ni talamos bosques, ni robamos, ni explotamos a los demás, buscando una disculpa para no actuar ni comprometernos para cuidar el precioso líquido vital, sembrar árboles donde ya no los hay, ayudar de alguna manera a que una persona, coma por lo menos una vez al día. El amor al próximo se inicia en el corazón al sentir la responsabilidad encomendada por Dios, ésa Luz que hay dentro de nosotros, y sin darnos cuenta intentamos oscurecerla, extinguirla porque nos daña su claridad.
Para lograr la paz, debemos empezar por aprender la palabra RESPONSABILIDAD. Hacer cada uno lo que le toca; si fuera así, los ríos y mares estarían libres de polución, los bosques producirían oxígeno y la humanidad, dándose la mano, eliminaría manos pidiendo pan.
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